
¿Han oído hablar de la IA generativa? Si la respuesta es no, seguro ya se toparon con ella y ni cuenta se dieron, porque estos cacharros están por todos lados, haciendo dibujitos y videos como si fueran el nuevo Picasso digital, pero sin los bigotes raros y las fiestas locas.
Ahora, ¿cómo es que una computadora se convierte en el nuevo Dalí digital? Pues fácil, la IA es como ese compa que todos tenemos, el que no puede contar una historia sin añadirle toda una aventura de su cosecha, aunque solo haya ido a comprar el pan. Al final, te cuenta una historia que ni al caso, pero es tan buena que te la chutas y lo dejas que se la crea.
Estos modelos de IA, como Midjourney, Stable Diffusion, Dall-E, Firefly, y todos esos nombres que parecen sacados de una convención de ciencia ficción, hacen algo parecido. Se chutan un millón de imágenes de, qué sé yo, un coche, las revuelven todas en una licuadora digital, les echan un poco de magia pixeleada y ¡pum!, te sacan un coche que quizás tenga ruedas cuadradas pero te vuela la cabeza.
La onda está en que, mientras más fotos se traga este monstruo digital y más dibujitos hace, mejor se pone. Es como ese amigo que cada vez que cuenta la historia, le agrega más detalles: hoy el coche volaba, mañana descubrió la cura contra el aburrimiento. Y así, cada vez más épico.
Y al final, ¿a quién le importa si el coche no se parece al que tenías en mente? Si te la pasas bomba y te saca una sonrisa, eso es lo que cuenta. ¡Larga vida a las historias locas de la IA!